Cuando tenemos un cachorro nuevo en casa, los primeros días suelen ser los más complejos. Pero lo son aún más, cuando tienes un gato adulto y nunca has tenido un perro.
Hoy queremos compartirles nuestra experiencia con la llegada de Harry, un husky siberiano de dos meses de edad, muy ruidoso, a nuestra casa, en la que hace tres años vive Agus, un gato que adoptamos cuando tenía cinco meses y que es un felino bastante solitario e introvertido.
Lo primero que decidimos hacer, gracias a que Harry nació muy cerca de nuestra casa, fue llevar una cobija del gato para que este la olfateara e impregnara su olor en ella. Luego la llevamos de nuevo con Agus y así empezaron a conocerse a distancia.
Posteriormente, acondicionamos el garaje cubierto para que fuera el hogar del cachorro a su llegada y con autorización del criador, lo llevamos a casa un par de horas durante tres días, para que el gato se fuera acostumbrando a la presencia del cachorro.
Según habíamos leído y visto en muchos videos de youtube, lo importante era que no tuvieran contacto directo desde el primer momento, y que el gato siempre tuviera control de la situación desde lo alto.
Gracias a que nuestra casa es de dos pisos y las escaleras dan frente al garaje, el gato siempre tuvo la ventaja, pues podía sentirse seguro y siempre tuvo una ruta de escape.
Algo también muy importante era dejar que el gato tomara la iniciativa y nunca forzarlo a acercarse al perro, así que pusimos un sofá como separador entre el garaje y la sala por donde los peludos pudieran observarse, pero con cierta distancia de seguridad.
Y así ocurrió, el mueble sirvió para que el gato se posara sobre el espaldar y pudiera ver al cachorro en todo momento. Finalmente, y tras un par de días, Agus decidió bajar del sofá y olfatear todo lo que tocaba Harry. No faltaron los sonidos extraños y los pelos erizados, pero nunca pasó de allí.
Ante este avance, decidimos retirar el sofá al tercer día y permitir que el cachorro se moviera libremente por el primer piso, mientras el gato lo vigilaba desde lo alto, sin perder el más mínimo detalle.
Solo bastaron un par de horas y el gato decidió bajar a recorrer también la casa e incluso acercarse al perro con algo de inquietud, eso sí, siempre muy atento y sin contacto físico, aunque es normal que el gato le de uno que otro manotazo al perro para distanciarlo. Incluso trató de probar el concentrado o pienso del cachorro, lo cual es natural pero que no puede volverse un hábito, pues puede llegar a ser malo para la digestión del felino.
Otro reto fue la mamá de la casa, pues por ese instinto maternal no soportaba ver aullar al cachorro, que naturalmente extrañó su primer hogar durante los primeros días. También la estresaba que el ruido pudiera molestar a los vecinos. Finalmente logramos que desistiera de socorrer al perro cada vez que llorara, y eso facilito mucho las cosas, pues disminuyeron “las pataletas” y se fue acostumbrando a su nuevo hogar.
Con nuestro gato también ayudaron mucho los premios. Con el usamos los Snacks Cat Licious de Total Max y los Snacks Dental de Emerald Pet, que además sirven para el cuidado de sus dientes.
Al principio cuando estaba cerca del cachorro y se quedaba tranquilo intentábamos premiarlo, pero ni nos determinaba. Con el paso de las horas fue asimilando la nueva normalidad y empezó a recibir los premios, asociando la presencia del cachorro con dulces para él.
En este apartado decidimos dejarnos guiar por la veterinaria donde fue desparasitado y vacunado el cachorro antes de llegar a casa.
Por esta razón decidimos mezclar durante los primeros días el nuevo concentrado o pienso, con el que venía comiendo desde su antiguo hogar. Esto no solo facilita la aceptación por parte del can, sino que ayuda a que su sistema digestivo se vaya adaptando al nuevo.
En nuestro caso decidimos que en adelante se alimente con Total Max Cachorros que contiene una mezcla de cereales, hortalizas y proteínas de pollo, y que además controla la obesidad en los perros.
Lo escogimos además porque es de la misma empresa que produce el pienso llamado Equilibrio para gatos con el que se ha alimentado a Agus desde hace un par de años y además de mantenerlo sano, previene las bolas de pelos.
Cuando un cachorro llega a casa, llegan con él los daños a muebles, camas y sillas, pero eso puede controlarse desde el principio.
Al ver el comportamiento de Harry, decidimos comprar un juguete de caucho duro con púas del mismo material, que le masajean las encías y les ayudan a dejar de morder otros objetos. Algo que también le gustó mucho fueron los troncos de madera natural de la chimenea.
Para hacer la transición de morder muebles a morder el juguete, tuvimos que estar muy atentos al comportamiento del cachorro, y cada vez que intentaba mordisquear algo, la pelota entraba en su boca, lo retirábamos del objeto y si lo aceptaba lo premiábamos con la voz y con caricias.
Con ese simple truco se puede salvar la vida no solo de muebles, sino de cordones, zapatos e incluso cables.